“Pepi” de Aylén Constantin

Ilustrado por Melanie Christiansen

Tiene que descubrir de dónde salió ese forro que le pone like a todas las fotos. No importa si Pepi sube una en bolas, de algún paisaje o de esas en las que quiere parecer intelectual; foto que Pepi sube foto que este boludo le likea.

Cuando se dio cuenta, una semana atrás, su novia se hizo la desentendida pero se puso nerviosa. Él ya le sacó la ficha. Cuando miente, hace una cara muy particular, es apenas perceptible. Pero para él, que la conoce de memoria, la cara es evidente. A Pepi le encantan las mentiras piadosas, las mentiras boludas que según ella no hacen daño a nadie. Él ya está acostumbrado y puede reconocer cuando no es sincera a diez cuadras, porque miente mucho y encima se delata.

Esa tarde en la que le preguntó por ese pajero que le anda atrás en Instagram, Pepi puso la cara, esa cara que él tanto conoce. «Ah, ni idea» le dijo, «es uno que tengo en Instagram hace mil». «¿Pero qué onda? ¿Nunca pero nunca se vieron?», le preguntó con insistencia. Ella siguió haciéndose la boluda y lo negó, lo negó y no dijo más nada, ni siquiera preguntó por qué le preguntó; era evidente que estaba mintiendo. Por supuesto se quedó con toda la bronca, porque además de no decir la verdad, se dio el lujo de responder con monosílabos. Y como no tenía manera de corroborar las sospechas, y como no se iba a quedar de brazos cruzados, decidió que la iba a descubrir. Así que se tragó toda esa bronca, simuló que estaba todo bien y siguieron con lo que estaban haciendo.

Decidió esperar el momento adecuado.Tenía que actuar con paciencia y ser inteligente. Tenía que lograr que Pepi le dejara el celular y se ausente por un buen tiempo. También tenía que averiguar la contraseña, observar los números con los que desbloquea el celular cuando no usa el patrón. Así podría entrar a su Instagram y en la sección del chat verificar que nunca se vieron. Seguramente se encontraría con que le responde todas las historias con fuegos y corazones, el típico pajero que le esta atrás contestando todo. Lo sabe, porque él ya pasó por eso. Él ya fue el soltero que reaccionaba a las historias de todas las minitas de sus contactos para ver cuál picaba. Y sabe perfectamente del atractivo de las pibas con novio para los solteros que están de joda. Son el objetivo perfecto, te las podés coger tranquilo sin miedo a que se enganchen, total para dormir y charlar ya tienen a sus novios. Él también las había buscado así, casadas y medio putonas.

Pepi seguro que no era ninguna carmelita descalza. Él no se olvida cómo la conoció, recontra en pedo en un boliche regalada en bandeja, tan dada vuelta que le hubiera entrado a cualquiera, así que aprovechó para agarrar viaje. Había sido la oportunidad que había estado esperando. Él en realidad ya la conocía, la tenía fichada. La había visto  en la facultad todo el tiempo y se babeaba con su pelo colorado y sus pecas, era un camión. Con sus compañeros siempre la habían mirado, Pepi resaltaba del grupo de amigas. Más de una vez se la había querido  levantar con la excusa de una duda sobre algún tp. En eso él siempre había sido caradura, cuando le gustaba una mina por ese lado arrancaba, pero con Pepi no había tenido éxito. Era hermosa pero bastante ortiva, nunca había logrado sacarle más de tres palabras y con mala onda. Más adelante, cuando pudo aprender  algo de astrología, a fuerza de fumarse a su novia, supo que era de Capricornio y entendió todo, que signo de mierda tiene.

La noche en la que se la había cruzado  en el boliche, Pepi estaba más desenvuelta y divertida que nunca, tenía una sonrisa de oreja a oreja y caminaba despacio, relajada, como tratando de hacer equilibrio. Se había dado cuenta que estaba haciendo esas putivueltas que hacen las minitas en los boliches: con la excusa de ir al baño o buscar un trago van paseando solas por los pasillos a la espera de alguna presa. Mientras caminaba con sus ojos achinados de tanto alcohol, miraba para todos lados fichando pibes. Cada tanto pasaba uno gigante, típico rugbier inflado de ojos claros y a Pepi se le giraba el cuello 180 grados para no perderlo de vista. Más alzada imposible.

Él había quedado en una esquina, apoyado contra la pared con su birra en la mano, mientras la miraba pasear. Cuando por fin Pepi estuvo cerca, la atajó. Le dijo que de algún lado la tenía, como si no supiera que cursaban Estructuras y Diseño juntos. La muy zorra no solo no lo había ni registrado, sino que no tenía idea quien era, su cara no le era familiar. La remó toda la noche como un campeón. Le compró tres tragos con vodka y la jugó de amigo que la cuidaba. Al final de la noche se la llevó a una de esas esquinas donde están todos apretando y cogiendo, la estampó contra la pared y se la chapo fuerte, como si esa fuera su primera y última oportunidad. Ella no solo abrió la boca y sacó la lengua, sino que además se le colgó y le pegó todo su cuerpo al suyo mientras se movía al compás de la música de fondo.

A la salida se fueron a un telo pero no se le paró. Igual Pepi le dijo que eso era re normal, que le pasaba a todos así que se conformó con apoyársela nomás. Se quería matar, era todo lo que iba a sacar de esa noche por que al otro día los iba a levantar el celular de Pepi con el llamado de su mamá. Que hincha pelotas la vieja, la pobre piba no entendía nada del vodka que tenía encima, a los dos se les partía la cabeza de la resaca y él podía escuchar a través del teléfono cómo la vieja le gritaba de todo, que cómo no le avisa que no iba a dormir a la casa, que casi le agarra un infarto cuando vio la cama vacía sin desarmar, que cuando llegara a la casa se las iba a tener que ver con el papá, que en su casa habían reglas que tenía que acatar y que lo que había hecho era una falta de respeto. Y sí, la verdad es que Pepi es bastante irresponsable, vive colgada de una palmera y no te manda un mensaje ni porque le paguen, nunca; ni te avisa si llegó, ni a donde salió ni donde está ni nada de nada. Flor de puteada deben haberle dado en la casa. Esa fue la noche donde comenzó su historia de amor, que venía durando ya un año y medio. Un montón. Cuando piensa que hace tanto logra mantener una relación seria no lo puede creer. Siempre le costaron los compromisos, pero con Pepi es fiel y todo. La cuestión es averiguar si ella también.

Él nunca había dudado, porque Pepi es la novia ideal, sus suegros la aman. Ella no habla de más, no discute, ayuda a levantar la mesa y lavar los platos, no da problemas. Sus amigos también la quieren, y eso no es tan fácil de lograr porque los pibes son re exigentes con las novias del grupo; tienen que tener amigas que estén buenas para hacer pre, tienen que ser copadas. Además, ella le da toda la libertad que quiere. Lo deja juntarse a escabiar, no le hace escena de celos, es una diosa. Si, lo tiene embobado como nunca nadie. Si no fuera por el tiempo que llevan juntos, definitivamente le pediría casamiento y muchos hijos colorados.

Ahora, pensando en revisar al pajero ese de Instagram, se da cuenta de que en realidad, él tiene miedo de perderla, por eso se pone así de loquito cuando encuentra a estos pajeros acechándola por redes. No es que duda de ella, pero no le gusta que la estén buscando como si no tuviera novio, como si él estuviera pintado.

El plan de la noche empezó con comida y película de Netflix. Puso una de terror, porque Pepi es muy cagona, entonces pensó que aprovecharía el suspenso en algún momento  para asustarla y cagarse de risa. Comieron, miraron la peli hasta el final y después cogieron. Tenían tiempo hasta las seis de la mañana, cuando los padres  de Pepi volverían del casorio en el que estaban y él tendría que irse a su casa. Después del polvo aprovechó que se quedaron tirados en el sillón para poner otra película, la más aburrida que encontró, para incentivar a Pepi a que se durmiera. .

Son  las dos de la mañana y un fuerte ronquido suyo lo sobresalta. Ambos se quedaron  dormidos. Logra despabilarse para llevar a cabo lo que esperó todo el día, lo que en realidad venía esperando desde esa tarde en la que le preguntó a Pepi por el flaco y ella se hizo la boluda.

Agarra el celular de  la mesa ratona con todo el cuidado que puede, para no mover a Pepi que está con la mitad del cuerpo apoyado sobre él. El corazón se le está por salir de la boca, muere de nervios por la forrada que está haciendo y por la incertidumbre de saber si por fin es un cornudo o no. Introduce la contraseña que con mucha cautela había logrado descifrar, después de haberla observado cada vez que desbloqueaba el celular y voilá, sin ningún error tiene la pantalla librada frente a él. Con todas las aplicaciones a su alcance, puede investigar tranquilo, sin que Pepi se dé cuenta. Porque sabe que si lo pesca, es capaz de matarlo por desconfiado e invasivo; así que se maneja en el silencio más absoluto: le saca el sonido, le baja el brillo a la pantalla y se pone cómodo, como si en sus manos tuviera su propio celular.

Al usuario del pajero ese se lo conoce de memoria, un tal @MAX_NDC, así que ingresa a su perfil y al hacer click en la solapa de mensajes, se abre la conversación entre ambos. Tiene  apenas cinco interacciones. Por supuesto que son todos emojis de fuegos y corazones a las historias de Pepi, bien de pajero, tal y como se lo había imaginado. Lo que lo pone muy feliz es encontrar cero respuestas de ella, jamás le había respondido algo, no habían intercambiado ni un hola como estas, nada de nada. El alivio que siente en ese momento no le había pasado ni cuando le dieron la nota del final de la materia que casi recursa. Él sabía en el fondo que no podía estar cagándolo, ella no es así. Pero  ya que esta, aprovecha para entrar al perfil del jeropa y stalkearlo un rato. Resulta ser un tincho de esos que sube fotos en cuero en su súper lancha llena de minas, amigos y cervezas. A Pepi le gustan los tinchos, claramente, así que, por las dudas, como no tiene nada que perder, lo elimina de la lista de contactos. Ahora ya ni ella lo sigue más a él, ni él podrá volver a pajearse con fotos de Pepi. Se queda con el celular en las manos, mirando el techo con una sonrisa y cara de boludo, de la felicidad que le da  corroborar que Pepi sigue siendo fiel y que, además, logró sacarse el problema de encima y salir airoso.

Antes de volver a dejar el celular en la mesita, piensa que por qué no aprovechar la ocasión para ver las conversaciones que tenía en general, de chusma nomás, porque ya que tiene todo el celular para él solo, no puede desperdiciar la oportunidad. Ya había llegado hasta ese punto, entonces decide abrir la solapa de la esquina superior derecha donde se encuentran todos los mensajes. Todos pibes, absolutamente todos. Muchos corazones y fuegos sin responder, pero muchos otros delatan una conversación de ida y vuelta: ida entre el pajero en cuestión y  vuelta de Pepi.

El primer chat al que entra es un intercambio de fotos con uno que no tiene idea de donde salió. No quiere imaginarse las fotos que se pasaron y que ya no puede ver, porque ya no están disponibles, pero las respuestas que se escribieron son definitivamente las de dos personas que están cogiendo por chat. Ni siquiera sabe si esto cuenta como cuernos. Siente como el corazón le late a mil por hora y un calor le sube por todo el cuerpo. La ira se le acumula a pasos agigantados y siente que va a reventar en cualquier momento; pero qué zorra está Pepi,  la puta que lo parió, ¿por qué mandarse fotos así con un pibe de Instargam al que parece no haber visto nunca?. Sigue subiendo la conversación y no encuentra indicios de que se hayan visto en persona, se le ocurre que lo tendrá en Whatsapp y que por ahí habrán arreglado coger. Pero qué flor de pajera. Esta sí que no se la vio venir.

Como masoquista que es, sigue revisando más conversaciones. Vuelve a encontrar la misma situación con tres tipos más, hasta donde llegó a buscar, justo antes de recibir un mensaje nuevo. Otro usuario, un pibe, uno de los tantos, le escribe, le pregunta si está. Lejos de mandarlo a la mierda, decide que va a boludearlo un rato, por forro hijo de puta y por meterse con su novia. Empieza a mandarle mensajes, a calentarlo, el pajero le responde  y él simula ser Pepi. El tipo le pide fotos, pero obviamente no puede, entonces le dice que después, que primero le mande él. Se emociona pensando ideas, pensando qué puede hacer para vengarse; no sabe si responderle con una foto mostrándole que en realidad se está calentando con él, si aprovechar las fotos y publicarlas por todos lados para escracharlo por pajero, o si mandarle directamente un audio amenazandolo  con cagarlo a trompadas si vuelve a meterse con su novia. Esta última le parece una buena idea, podría por lo menos ubicar a uno solo de los quinientos pibes que se chamuyan  a Pepi y salvar su reputación de cornudo. Pero tampoco podría mandar un audio sin despertar a la princesa, que todavía duerme profundamente. La situación lo divierte  un montón, los nervios son cada vez más porque ahora sí que se está yendo a la mierda. Esta con Pepi al lado, usándole el celular, mandándole mensajes a un pajero haciéndose pasar por ella, cómo carajo le explicaría si justo se levanta. De solo imaginarlo, la adrenalina y la tentación crecen en su cuerpo. Está emocionadísimo.

Cuando abre la conversación de nuevo, en lugar de una  foto se encuentra con un video de un minuto y medio del tipo haciéndose una paja hasta acabar. No se le ve la cara, es solo su  pija enorme en primer plano. El video lo desconcierta, le calienta un montón. Cuando termina, lo vuelve a poner, sube un poco el volumen y se acerca el celular al oído: escucha los gemidos y los gruñidos cuando acaba. Los vuelve a reproducir por tercera vez, una cuarta, y así sucesivamente, una atrás de otra. Y mientras lo mira, en piloto automático se baja el cierre, saca su pija y empieza a tocarse. Quiere ser cuidadoso, para que Pepi no se dé cuenta, porque podría llegar a pensar que su novio es un puto. Pero no puede, porque está desesperado. No puede sacar la vista del video, no puede dejar de repetirlo todo el tiempo y no puede dejar de pajearse frenéticamente; rápido, fuerte, hasta que por fin estalla todo dentro de sus calzoncillos.

El cuerpo de Pepi recostado sobre el suyo empieza a pesarle, a molestarlo, siente el calor de su novia encima de él porque lo está agobiando. La tierna Pepi de su devoción, al final no le hacía falta ni medio litro de birra para ser una trola, con esa cara de inocente y sus pequitas hermosas de mierda. La tiene que cagar a trompadas por forra y por hacerlo pajearse con un tipo. Comienza codeándola para levantarla y así poder levantarse él, le gustaría tirarla directamente, o pasarle por encima y aplastarla. Al final, él que se creía el  afortunado ganador del mejor premio, terminó siendo un cornudo que se toca con videos de pijas acabando. Por otra parte, Pepi nunca jamás le mandó fotos sin ropa, y eso que se cansó de pedírselas, eh, se cansó y ni siquiera le quiso pasar en tetas, esas tetas chiquitas y hermosas que tiene, nada de nada, porque siempre decía que le daba vergüenza. Claro, vergüenza decía la caradura, vergüenza pasarle fotos a él , porque a desconocidos ya lo hacía por deporte.

Se termina de levantar y  está muy contracturado, tenso de todo el tiempo que pasó duro en el sillón. Vuelve a dejar el celular en la mesa y entra al baño. Está todo enchastrado, tiene que limpiarse y además la vejiga le estalla. Cuando sale del baño, Pepi está en la misma posición en la que la dejó, tendida en el sillón, pero esta vez con los ojos abiertos. La cara de santa que tiene por el amor de Jesús, si parece un ángel porno caído del cielo, pensó. Ella lo mira con cara de dormida, le sonríe y le da unas palmadas al sillón, en un gesto de invitación a que se acurruque con ella. Encima es tan cariñosa, tan tierna, no puede ser la misma trola que le manda fotos en bolas al primer boludo que se le cruza, no tiene sentido. No puede evitar la tentación, está bastante enojado, pero todavía bastante caliente, así que va cual perro faldero a acostarse con ella, se le pone de espaldas y se deja abrazar por Pepi que, llenándole de besos el cachete se le ríe y le susurra que porqué esa cara de chinchudo, que ella sabe cómo cambiarle el humor.

Su voz le eriza toda la piel, su pija ya no lo deja pensar por que no puede resistirse a los encantos de su novia, está entregado en bandeja, y entonces las fotos de los desconocidos comienzan a calentarlo un poco. Se imagina a todos esos tipos pajeandose con Pepi, filmándose mientras acaban, todo para calentar a su novia. Le encanta pensar que se la quieren garchar y no pueden. Se imagina a Pepi en el espejo, sacándose fotos, poniendo cara de puta, buscando la mejor pose. Se pregunta hasta dónde habrá llegado, si se habrá sacado fotos en concha o habrán sido apenas sugerentes. Le calienta imaginarla en pose de zorra, sacando culo, juntando tetas, toda mojada, tocándose mientras lo hace. No puede parar de pensar en su novia pajeándose con los mensajes que recibe, igual que él, pidiendo más; en pijas grandes y duras como la que acababa de ver, en su propia mano agarrándola, subiendo y bajando, apretando fuerte y moviéndose rápido hasta terminar con la mano acabada y pegajosa, sucia de tanto masturbar a tipos que no conoce, que salen del Instagram de su novia y se la quieren coger.